Ana Andrea Aguilar Fabián camina con cuidado entre las miles de tortugas golfinas que ocupan los seis kilómetros del santuario Playa Escobilla, perteneciente a Santa María Tonameca, un municipio de la región Costa de Oaxaca. Ella es una de las 10 mujeres de las poblaciones de Guapinole y Barra del Potrero que forman parte del Programa de Conservación para el Desarrollo Sostenible (Procodes) y que se encargan de monitorear el desove de las tortugas en el campamento, a través del método de transecto.
Durante cuatro horas al día, de 4 de la tarde a 8 de la noche, Ana Andrea, de 26 años, carga dos tubos de PVC que hacen de instrumentos de medición.
Coloca uno de ellos entre las tortugas en línea recta, hacia un pilar de madera que está en el límite de la playa y que tiene anotado el número de estación de monitoreo (son 50). El segundo tubo, de dos metros, lo sostiene en horizontal y camina con él desde la orilla del mar hasta una de las tortugas que deposita sus huevos.
Ahí se hinca y verifica si está desovando para luego anotar la información en una hoja. Esto es lo que ella llama transecto, un registro que luego entrega a los encargados del campamento, quienes vierten esa información en bases de datos.
Pero no es lo único que realiza Ana Andrea en esta temporada de arribazón de tortugas, también participa en la limpieza de la playa así como en la búsqueda de nidos, rescate de crías y elaboración de trampas para escarabajos, depredadores de los huevos.
Foto: Roselia Chaca
Como ama de casa, este empleo temporal la ayuda a obtener un ingreso extra, alrededor de mil 200 pesos por cuatro horas durante los ocho días que dura la cuarta arribada.
“Es la primera vez que participo. No es pesado, me ayuda a obtener un recurso extra para sostener a mis dos hijos y de paso aprendo a conservar el santuario. Me hace pensar de la importancia que tiene mantenerlo libre de los saqueos, que se logre la recuperación de la especie de tortugas.
“Es una buena forma de integrar a la gente que vive cerca”, explica Ana mientras anota en la hoja la hora, la estación de monitoreo y el número de tortugas desovando en su perímetro de medición.
De acuerdo con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), dependiente de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), para realizar el monitoreo se cuenta con 20 personas del Programa para la Protección y Restauración de Ecosistemas y Especies Prioritarias (Prorest), 10 de la comunidad de Guapinole y 10 de Barra del Potrero; estos grupos comunitarios han sido capacitados para realizar esta actividad en el área de playa que abarca la arribazón.
Foto: Roselia Chaca
Asediadas por turismo
Playa Escobilla es considerado el más importante santuario de tortugas golfinas en México y el mundo. En años pasados registró más de un millón de tortugas durante 10 arribazones, cada una con una duración de ocho a 10 días.
Sólo del 13 al 17 de octubre, por ejemplo, se registraron 324 mil 274 ejemplares de tortugas golfinas en este sitio, mientras que de las cuatro arribazones de este 2022 suman 911 mil 453 tortugas, aunque esta última aún no termina.
Para proteger su llegada, se ha solicitado protección y vigilancia, tanto de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) como de la Secretaría de Marina (Semar), que en total enviaron a ocho elementos. Mientras que la Conanp cuenta con un técnico de la asociación civil Costa Salvaje y con voluntarios.
Foto: Roselia Chaca
Todos ellos se encargan de cuidar las arribazones, que comienzan en junio y concluyen en febrero. Cada tortuga deposita entre 90 y 100 huevos, pero por problemáticas como la alta densidad de nidos, falta de humedad o lluvia, saqueos y altas temperaturas, sólo eclosionan exitosamente 20%.
Ángel González, coordinador de Playa Escobilla, considera que este centro ha sido un modelo exitoso durante más de cuatro décadas, pues existe un trabajo de preservación coordinado con las comunidades. También hay una estricta aplicación de monitoreo después de que se presentan mil tortugas en la playa, pues se da aviso a la Profepa y a Semar.
Foto: Roselia Chaca
“Este santuario me atrevo a decir que es un ejemplo en México y toda América. Un logro importante es la reducción considerable del saqueo, a diferencia de Morro Ayuta, por ejemplo”, explica el biólogo.
Actualmente, Escobilla se enfrenta a una problemática más fuerte, la expansión de la mancha turística, pues pese a ser una reserva, desarrollos inmobiliarios comienzan a ofertar terrenos cercanos, resaltando como atractivo la zona de anidación, pues no se tiene muy clara la delimitación del polígono como santuario.