Desde muy pequeño, Juan Alejandro García Méndez mostró su gusto por las costumbres de Oaxaca. A los 12 años, ya participaba del hoy extinto Bani Stui Gula, espectáculo que se realizaba en el marco de la Guelaguetza, donde le surgió la inquietud por la elaboración de marmotas.
Pero este oficio, el de marmotero, lo tiene arraigado desde los cinco años, desde que veía a su papá elaborar marmotas para las calendas de la ciudad de Oaxaca. Fue a esa edad cuando su papá le regaló una marmota para participar en el espectáculo Bani Stui Gula; entonces se reavivó la inquietud y comenzó a experimentar con carrizo y cartón. Ya a los 16 comenzó a comprar madera y asistir a talleres de carpintería, donde intuía los procesos de fabricación.
“Muchos de los carpinteros no me entendían, lo que me hizo querer hacer las marmotas tal como las imaginaba, hasta que un amigo carpintero me prestó su maquinaria y comencé a aprender a fabricarlas”, relata.
Foto: Edwin Hernández
El proceso de aprendizaje le tomó por lo menos dos años de preparación empírica; sin embargo, su empeño le hizo ganar el reconocimiento de las personas que participan en las calendas y convites, quienes poco a poco le fueron encargando la fabricación de marmotas.
Actualmente, con sólo 25 años, Juan Alejandro dirige el proyecto Vida, Color y Tradición, dedicado a la elaboración de monos de calenda y marmotas de madera. “Participamos activamente en eventos culturales y privados”, cuenta.
Este joven explica que un mono de calenda es un personaje usado como una “parodia” y se crea con engrudo y papel, al que una vez culminado se le confeccionan prendas a la medida. Pueden llegar a medir hasta cinco metros de altura.
Foto: Edwin Hernández
En sus orígenes, un mono de calenda se empleaba para hacer una sátira de personajes conocidos; sin embargo, cuando fueron creados representaban a los indios, españoles, negros y mestizos. Cuando se separa la Iglesia del Estado y la fiesta se vuelve del pueblo, se crean personajes como Cantinflas, Tin Tan y otros del cine de oro. “El significado ha ido cambiando con el paso del tiempo”, añade.
Mientras que una marmota requiere de un proceso más largo que comienza con la búsqueda de maderas que faciliten el trabajo. Usualmente se emplea pino, cedro, huanacaxtle y encino. Su origen, relata el creador, se remonta a la Colonia: cuando los dominicos llegaron al Valle de Etla para evangelizar, la marmota fue un símbolo religioso que se adornaba con flores.
El manto con el que se cubre representaba la Sábana Santa, el mástil es el cuerpo de Dios y las 12 costillas —maderas redondeadas— representaban a los 12 apóstoles. Antes, resalta, se le escribía una cita bíblica, mientras que ahora lleva una leyenda sobre la festividad.
Foto: Edwin Hernández
Para Juan Alejandro es un orgullo tener la habilidad de dar vida a parte de las tradiciones de Oaxaca; no obstante, admite que es un oficio complicado y laborioso, pero de grandes satisfacciones. Él es uno de los dos únicos fabricantes de monos y marmotas en la ciudad.
“Poco a poco fui perfeccionando la técnica, implementando medidas para la estructura de madera y aprendí a coser para hacer las fundas”, agrega.
Juan Alejandro estudió la licenciatura en Gestión Cultural y Desarrollo Sustentable en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), carrera que pudo costear con su oficio como marmotero.
Foto: Edwin Hernández
Es en un pequeño patio en su casa —donde trabaja con su hermano, su esposa y otros familiares—, recibe los pedidos.
El proceso dura dependiendo del tamaño y las dimensiones de la figura encargada y puede tomarles desde una semana hasta un mes.
En su taller, Juan Alejandro da vida a un sinnúmero de figuras, como novios, políticos o personajes históricos, como Porfirio Díaz, encargo especial del ayuntamiento de Miahuatlán. Recuerda, por ejemplo, un mono de calenda en forma de perico, usado para un videoclip de la banda argentina de reggae, Los Pericos. Este año realizó una marmota forrada de tiliche que le tomó dos semanas y ahora es una de sus favoritas.
Foto: Edwin Hernández
Sobre su proceso creativo, dice que todo inicia con bocetos que se van perfeccionando con apoyo de sus colaboradores.
Tras haber pausado sus actividades dos años por la pandemia, afirma que los pedidos se han triplicado. “Sólo este mes hemos realizado nueve marmotas grandes” para eventos de la Guelaguetza; mientras que para el municipio de Tlacolula realizó una que mide alrededor de seis metros y pesa 70 kilos.
En plena Guelaguetza, Juan Alejandro siente nostalgia por el tiempo perdido por la pandemia: “El oaxaqueño tiene el alma festiva y alegre. Es un sentimiento de nostalgia, de tristeza, pero también de alegría por ver nuestro trabajo en las calles, te vuelve a latir el corazón”.
Foto: Edwin Hernández