Con un viaje de más de 10 horas en asientos que apenas se inclinan y sin cinturón de seguridad, así es como viajan las familias de distintas comunidades indígenas desde la capital del país a la región Mixteca de Oaxaca, principalmente las ñu’u savi, conocidas como pueblo de la lluvia.
«Viajamos por necesidad, por ahorrarnos un poco de dinero, porque estos autobuses cobran menos en equipaje y la mayoría vamos por mercancía a la Ciudad de México», dice Isabel Jiménez, mientras respira un olor a oxidado y viejo que sale del ventilador de uno de los autobuses que se dirigen a Santiago Yosondúa, el municipio de origen de decenas de personas que se accidentaron en Magdalena Peñasco, cuando una unidad como ésta se quedó sin frenos, se desbarrancó y causó la muerte de 29 personas.
Pareciera que estas familias no tienen derecho a un transporte digno, pues las dos únicas líneas de autobuses que recorren la ruta, Autotransportes Yosondúa y AMAO, carecen de todas las medidas básicas de seguridad.
Todos abordo de esta unidad lo saben. Y es por eso que antes de tomar el camión en uno de los primeros viajes tras tanta muerte, los pasajeros comienzan a hablar con sus familiares, para despedirse, repitiendo una y otra vez que «todo va a estar bien». Pero tras el accidente que enluta a pueblos enteros en la región nadie lo dice con certeza.
Isabel Jiménez es comerciante y asegura que regularmente viaja en cualquiera de las dos líneas de autobuses y cuenta que ninguna unidad trae cinturón de seguridad, además, de que seguido se descomponen a mitad de camino.
«Pues sinceramente acá nos sale más barato, porque en el Sur nos cobran nuestra paqueteria», comenta. El autotransporte Yosondúa tiene un costo de 380 pesos por persona y 300 pesos cobra el AMAO desde la Ciudad de México hasta Yosondúa.
La mayoría de las personas que hacen uso de estas líneas son comerciantes y familias de escasos recursos, en tanto que otros son migrantes, radican en distintos municipios del Estado de México y Ciudad de México, principalmente en Chimalhuacán, Nezahualcóyotl, Naucalpan e Iztapalapa quienes retornan a su comunidad de origen en temporadas vacacional y durante las celebraciones patronales.
Mientras el camión avanza hacia la Mixteca, las personas permanecen atentas a cualquier detalle de la carretera, mientras que otros susurran sobre el trágico accidente, donde incluso menores de edad perdieron la vida.
Es por este temor que se respira que cuando de pronto se prenden las luces del vehículo en una de las paradas, personas adultas, niños, señoras y jóvenes se miraban unos a otros, pues la mayoría se dirigía a Chalcatongo de Hidalgo, donde en este momento muchas familias lloran a sus muertos. Apenas me vine el lunes y ahora voy de vuelta, para estar con ellos”,dice otro de los pasajeros.
Tras casi 8 horas, al llegar a Tlaxiaco, uno de los municipios más grandes de Oaxaca, varios pasajeros bajan para tomar otra ruta y seguir a sus comunidades, pese a ello el autobús de Autotransportes Yosondúa no solo sigue lleno de pasajeros, sino también de paquetería.
La situación para estas familias no sólo no mejorará en breve, por el contrario, pronto se quedarán con menos opciones. Tras el accidente, el gobierno de Oaxaca busca que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes federal resuelva y dé luz sobre el estatus jurídico de la empresa responsable, que sólo cuenta con permisos para transporte turístico, para así poder suspender sus operaciones.
“Está en sus facultades, pues es el transporte público federal. Si este tema hubiera sido en una línea de transporte estatal, sin ninguna duda ya se hubieran tomado las medidas necesarias, pues es a lo que la ley nos apunta», asegura a EL UNIVERSAL Jesús Romero, el secretario de Gobierno de Oaxaca.