En Venustiano Carranza desde principios del mes pasado se percibe el miedo y desde entonces la actividad comercial se ha paralizado, los bancos, y alcaldía han cerrado sus puertas y este domingo la ciudadanía no acudirá a las urnas, como sucederá en Honduras de la Sierra y Oxchuc.
La ejecución de tres jóvenes ligados a la OCEZ Región Carranza, el pasado 24 de mayo, avivó la confrontación entre los tzotziles de la Casa del Pueblo y miembros de la Alianza San Bartolomé de los Llanos, de por si enfrentados que ya llevaban un conteo de tres tzotziles más asesinados desde principios del mes.
A partir de la emboscada donde murieron Jorge Armando Hernández Pérez, de 38 años de edad, hijo del líder de la OCEZ Región Carranza, Manuel Hernández Martínez y de Jordán López Cruz, de 38 y Abenamar Hernández de la Cruz, de 25, los comuneros se declararon en “alerta máxima”.
A partir de ese momento, la orden fue que “todo comunero hombre o mujer” se convertiría “en soldado del pueblo”, para defender la cabecera municipal y el edificio que es sede de la Casa del Pueblo, donde se agrupan los comuneros que reclaman la devolución de entre 15 a 20 mil hectáreas de tierras que les arrebataron los caciques y sus pistoleros, a lo largo de hace más de 50 años.
Las calles, el parque y los alrededores de los templos católicos parecen desalados, con pocos automóviles y hombres y mujeres que circulan a bordo de motocicletas, rompen la quietud que impera en el lugar.
Algunos candidatos a la diputación federal y local y alcaldía, solo consiguieron plasmar su nombre y el partido que los respalda en los muros de las casas del pueblo, pero nadie votará por ellos este domingo. En la cabecera municipal se tenía previsto instalar 20 casillas para que sufragaran ciudadanos de los 17 barrios, mientras que en la zona rural serían 60, para votantes de unas 340 comunidades.
Alrededor de las calles donde se ubica la Casa del Pueblo, los comuneros montan guardia y adentro el líder de la OCEZ Región Carranza, José Manuel Martínez Hernández departe con sus compañeros bajo un árbol, mientras otros descansan bajo la casona, que en la fachada ha sido pintado un mural de Emiliano Zapata.
Adentro de la casa, donde se levanta el altar de los caídos, aun no están las fotos de los comuneros que han sido asesinados por los viejos pistoleros, ahora que han mutado en fuerzas paramilitares en años recientes. “Ya van más de cuarenta compañeros asesinados”, explica un tzotzil.
En la entrada al pueblo, por donde pasa la carretera estatal número 101, también conocida como La Angostura, los tzotziles montan guardia día y noche. Algunos llevaban cubrebocas y piden a los reporteros no tomar fotografías. En uno de los dos puntos del bloqueo, que se ubica a un lado de una gasolinera, que opera con normalidad, los tzotziles han colgado una manta para reafirmar que son miembros de la OCEZ Región Carranza.
Cada vehículo que pasa por el lugar, debe ser revisado con esmero, porque temen que sus adversarios de la Alianza San Bartolomé de los Llanos, aprovechen el momento para poder ingresar armamento de grueso calibre a la cabecera municipal.
Un grupo de mujeres conversa mientras prepara los alimentos para los comuneros, que día y noche montan guardia en los puntos cerrados con palos, llantas y piedras.
El transporte público de las líneas Rápido de La Angostura y Cuxtepequez, que corren entre Comitán de Domínguez y Tuxtla, evitan traspasar los bloqueos y optan por quedarse a unos 500 metros. Para transbordar, hombres y mujeres mueven maletas y cajas entre ambos puntos.
“Disculpen las molestias por esta revisión; pero es por nuestra seguridad lo que estamos haciendo”, dice uno de los tzotziles a un automovilista que pasó por el lugar, mientras otros revisan la unidad bajo los asientos, en la guantera, el maletero y pertenencias que transporta. “No vamos a robar nada y tocar nada”, agrega otro comunero.
Ante la paralización de la cabecera municipal, la comunidad de Pujlitic, que es donde se ubica un ingenio azucarero, la actividad parece boyante, pero los comerciantes se quejan que desde hace un mes “nuestras ventas han bajado”.
La tarde cae en el punto donde los comuneros mantienen los bloqueos y las mujeres hacen el llamado para la comida. Cerca de ahí, el tráfico de vehículos es lento y cansando, como parece correr el tiempo desde hace un mes en este municipio.