Desde hace 65 años, la Delegación de Chinas Oaxaqueñas de doña Genoveva Medina ha forjado a generaciones en el amor por la cultura y las tradiciones de Oaxaca, vistiendo a la ciudad de música y color, especialmente durante la Guelaguetza.
Pavel de los Santos, de 23 años, se sumó como farolero hace dos, y comparte con EL UNIVERSAL su orgullo de portar trajes tradicionales que representan parte de la cultura.
Donají Robles, de 31 años, de los cuales lleva seis siendo china oaxaqueña, indica que no hay una edad límite para hacerlo, pues hay delegación juvenil, infantil y oficial.
“En la ciudad de Oaxaca siempre hemos vivido de fiesta y una de las características de las chinas y faroleros es ser católicos, tener amor al canto, la música, la danza y participar en las calendas”, agrega.
Foto: Mario Arturo Martínez
El grupo está conformado por unas 200 personas; sin embargo, la delegación que participa en los convites y sube al Cerro del Fortín durante la Guelaguetza es de 40 personas.
Orgullo que se vive a diario
Una vez dentro del grupo, al que sólo entran personas nacidas en la ciudad de Oaxaca, la preparación es constante. Donají y Pavel coinciden en que conformar el grupo es parte de su vida diaria.
“Ser china oaxaqueña es un sentimiento, una forma de vida y pasión, que cobra vida y se comparte durante todo el año, durante las calendas, festividades y Lunes del Cerro, todo lo que ven en la Guelaguetza es real”, afirma Robles.
De los Santos apunta que además de la pasión se requiere entereza y condición física, pues las canastas, faroles, marmotas y monos de calenda son bastante pesados. Para la Guelaguetza, se preparan en ensayos, pero el amor, orgullo y respeto con los que portan los trajes es algo que viven a diario.
El farolero recuerda que desde niño veía los Lunes del Cerro en la televisión y quería formar parte de ello. “Muchas veces se ha perdido un poco el sentido, en muchas ocasiones las personas sólo quieren estar por moda, para que los vean o para tener contenido para sus redes sociales, pero el verdadero significado es representar con amor y orgullo a las mujeres y hombres de la ciudad de Oaxaca”.
Foto: Mario Arturo Martínez
Un traje para representar a la capital
Donají Robles explica que la vestimenta tradicional de la China Oaxaqueña fue creado por la fundadora del grupo, Genoveva Medina, quien tomó la iniciativa en 1957, al ver que no había un traje que representara a la ciudad de Oaxaca.
Las chinas portan una camisa de manta o popelina blanca, bordada con tira de algodón y adornada con un pasalistón, en blanco o en tonos pasteles, larga y en corte cajón. Para cubrir el pecho, se usan mascadas en tonos llamativos y coloridos.
Foto: Mario Arturo Martínez
También usan una falda de raso, adornada con listón plisado, blonda o gipiur, además de un refajo de manta, adornado con bolillo y almidonado. La joyería es de filigrana, elaborada por artesanos oaxaqueños: aretes, ahogador, un bejuco para las mujeres solteras, y un portarretrato con la imagen de un santo de su devoción o ser querido.
El cabello es largo y trenzado con listones de colores en contraste a la falda y la mascada. Portan también un reboso negro con blanco y una canasta enflorada que se adorna con flor de temporada; ésta es la Guelaguetza que las chinas ofrecen a los santos de su devoción antes de salir en calenda.
Foto: Mario Arturo Martínez
“Para nosotras, cargar la canasta no representa ningún cansancio, pues nuestras creencias dicen que pesa más nuestra fe y devoción”, añade. Una puede llegar a pesar hasta 15 kilos y es adornada por las chinas o artesanos floristas.
Pavel de los Santos explica que el traje de los faroleros está hecho de manta blanqueada y consta de un pantalón y una camisa, pues representa a los artesanos y hortelanos. El pantalón se sujeta con cintas que permiten la movilidad.
El traje incluye un ceñidor rojo que es usado para proteger la espalda, pues hay que cargar faroles, monos y marmotas. Asimismo, portan un sombrero de palma para protegerse del clima y huaraches de cuero.
Luego de que la pandemia de Covid-19 obligó a parar los Lunes del Cerro, calendas y festividades, Donají Robles resalta la importancia de mantener “actitud de Guelaguetza”, que es representar el amor a la tradición con alegría y respeto.
Pavel resalta que pertenecer a las Chinas Oaxaqueñas es una encomienda de representar la historia de la ciudad y del estado, para que las nuevas generaciones las conozcan, se apropien de ellas y las preserven.
Tanto Donají como Pavel pertenecen a familias donde el ser parte de la Delegación de Chinas Oaxaqueñas es motivo de orgullo. Cuando alguien entra a la agrupación, dicen, la familia también. “Detrás de todo el trabajo de alguien que está en la delegación está toda la familia, pues se involucran en todo”.
Foto: Mario Arturo Martínez
A punto de volver a la Rotonda de las Azucenas y tras haber participado en los convites, señalan que regresar es una gran responsabilidad, pues muchos integrantes abandonaron la delegación en la contingencia, mientras que muchos otros perdieron a seres queridos.
“Para nosotros, la Guelaguetza en esta ocasión es fiesta, pero también es señal de resistencia y un homenaje para quienes ya no están”, finaliza Pavel.