El líder Egan Bernal finalizó la segunda semana del Giro de Italia con victoria en la etapa reina. Falta mucha montaña y la crono del final, pero su espíritu combativo invita a pensar en que puede reclamar la gloria en esta carrera.
El mal tiempo en Los Alpes recortó la jornada por la nieve y el frío, inclementes en el alto de Passo Giau. Se llevó por delante dos ascensos y 59 kilómetros, pero no pudo con la autoridad de Egan sobre la bicicleta.
Defendió la camiseta rosa con lo que se espera de un líder. Y más aún si tiene sangre colombiana. Preparó el ataque que dejó desconcertados a Simon Yates, Giulio Ciccone, Damiano Caruso, Romain Bardet y Hugh Carthy.
Devoró la montaña en solitario con 40 segundos de ventaja y rumbo a la meta con un descenso traicionero por el piso mojado, se aferró al manubrio y al fuego de sus piernas. Su raza de ganador hizo lo demás. Entró primero en la última curva hacia Cortina d’Ampezzo, en el nororiente italiano.
Con los brazos en alto, gritó “sííí” por su segunda victoria en el Giro.
“Fue duro, sobre todo cuando la carrera está en unas condiciones meteorológicas malas y necesitas tener la mente fuerte. Hoy era un día para sufrir y lo hicimos, pero estoy muy contento porque ganar con esta camiseta es especial”, explicó.
Esta vez el podio fue triple. Ganador de etapa, líder sólido y mejor joven. Faltan tres etapas de montaña, una crono en Milán y la diferencia con Damiano Caruso, segundo de la general es de 2:24.
Su coraje sostiene la ilusión de repetir la hazaña de Nairo Quintana en 2014. Viene lo más difícil, bajo la presión de ratificar el favoritismo. Mientras tanto, el sueño rosa crece y crece porque Egan es un ganador de raza.