El olor de la sardina inundaba las calles de Charallave, ciudad del estado de Miranda, cuando era lo más económico que se podía comer a causa de la hiperinflación que se registró en Venezuela en 2018. En ese entonces, Carlos Lozada, quien hoy limpia parabrisas en un crucero de la ciudad de Oaxaca, trabajaba en una empresa dedicada a la seguridad privada y su función era la de ofrecer los servicios de vigilancia, actividad que desempeñó por una década.
Los siete dólares americanos que ganaba al mes dejaron de ser suficientes para alimentar a su familia, compuesta por su esposa e hijo, quien ahora tiene seis años. Lo peor que pasó, recuerda, fue comer arroz picado y lleno de tierra.
“Ya no se comía carne, no se comía huevo, pata de pollo. Las calles de Venezuela estaban colapsadas del olor a sardina por todos lados, porque era lo más económico que había en ese momento, pero ya no se veía el pollo, no se veía esa cosa”.
Una pasta dental costaba un mes de trabajo, afirma, y lo único que esperaba era recibir un bolsa del Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP) del gobierno venezolano, que constaba de un litro de leche, un kilo de harina de la marca mexicana Maseca y un kilo de aceite.
Carlos Lozada, su esposa y su hijo están sobre un crucero de la ciudad de Oaxaca. Aquí limpian los parabrisas de los automóviles mientras el semáforo está en rojo, con el dinero que obtienen compran comida para el día y juntan el dinero suficiente para continuar su viaje hacia los Estados Unidos de América.
Junto a esta familia hay otros tres migrantes venezolanos, una escena que en las últimas semanas se ha vuelto común en varios puntos de la capital del estado, en donde acaban de arrancar las fiestas de julio. Bajo las banderillas de papel picado que anuncian la Guelaguetza 2023, familias enteras aguardan con mensajes escritos en cartón y las duras condiciones inscritas en sus rostros.
De enero a abril de 2023, la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación (Segob) reportó un total de 139 mil 760 personas en situación migratoria irregular en México, de las cuales 4 mil 27 fueron registradas en Oaxaca.
Del total de personas en situación irregular en el país, 17 mil 483 son venezolanas, según la Segob; no obstante, también hay gente de Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Bahamas, Cuba, República Dominicana, Haití, Jamaica, Martinica, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay, Albania, Rusia, Ucrania, India, Angola, Camerún, Mozambique, entre otras más.
Migrar para sobrevivir
Trabajar en una empresa no convenía a nadie, porque lo máximo que podía ganar era un sueldo de 10 dólares mensuales, fue por esa razón que Gerardo Díaz decidió trabajar por su cuenta; sin embargo, encaró en varias ocasiones las extorsiones de los policías de Venezuela, quienes le quitaban su dinero a cambio de no arrestarlo y no sembrarle un arma o droga.
Su esposa, relata desde el mismo crucero que comparte con la familia de Carlos Lozada, tenía que hacer cola hasta por dos días para comprar harina o azúcar en un centro comercial o en un mercado.
“Estaba dos días haciendo cola para comprar dos kilos de azúcar, dos kilos de harina pan, medio kilo de queso, un litro de leche y un litro de aceite, si llegaban los huevos llegaban por lo menos la siguiente semana y a ella le tocaba ir la siguiente semana para hacer dos días de cola y comprar un cartón de huevo”.
La primera migración de Carlos Lozada fue a Colombia, país en el que trabajó por cuatro años. Durante este tiempo logró ahorrar lo suficiente para comprar dos mototaxis y a través de ellos, mantener a su familia en Venezuela. Por su parte, Gerardo Díaz logró obtener un permiso permanente para trabajar en Colombia y se acomodó en una empresa.
Ambos ganaban lo suficiente, al menos para mantener a sus familias. Hasta que el fantasma de la inflación también apareció en la nación colombiana: los precios de los productos se incrementaron hasta el triple y de pronto dejó de alcanzar para subsistir.
“Ves que ya no te está alcanzando, pagas arriendo, pagas luz, pagas agua, gas, y cuando te queda algo para enviarle a tu familia en Venezuela, ya no es la misma cantidad que les enviabas antes”, explica Díaz.
Carlos Lozada vendió sus mototaxis, con los que juntó 800 dólares, y decidió emigrar con su familia, junto con Gerardo Díaz. El objetivo, dice, es llegar a Estados Unidos y aprovechar la oportunidad que ese país ha otorgado a las personas venezolanas para asilarse.
Carlos Lozada se refiere a la aplicación CBP One, que el gobierno de Estados Unidos destina a aquellos que buscan asilo o desean ingresar al país mediante la figura del parole humanitario, dirigida principalmente a personas de Nicaragua, Haití, Cuba, Venezuela y Ucrania.
“Es la oportunidad de ingresar a los Estados Unidos de manera legal. Llegas con una protección, a eso le llaman parole humanitario, calificamos a la aplicación, bajamos la aplicación desde nuestro país, pero como en realidad esta aplicación empieza a hacer efecto cuando llegamos a México. Con ella sacas una cita y si apruebas puedes estar dos años y pelear por tu asilo en Estados Unidos”.
El 6 de mayo de 2023, Gerardo, Carlos, su esposa y su hijo salieron de Colombia e iniciaron el camino hacia Estados Unidos. Pasaron por el Darién, donde tuvieron que pagar 150 dólares por persona para internarse en la selva y llegar hasta Panamá caminando. Ese dinero, dicen, se paga a los cárteles o mafias que controlan la zona.
Sin ayuda
Maribel Figueroa atiende un negocio de comida cerca de la central camionera y es testigo del flujo diario de personas migrantes en la ciudad de Oaxaca. Para ella, la situación por la que pasan es muy complicada porque vienen con poco recurso económico.
“Y si es feo que los ves durmiendo en el piso, con los niños, a veces pidiendo para poder completar algo para comer. Si es bastante complicado para ellos”.
Además, advierte que ya no sólo personas que provienen de países de Centroamérica, sino de países de otros continentes como África y de naciones como Rusia, Japón y China.
“Son gente muy amable, otros se molestan porque no tenemos la posibilidad de darles. Nosotros también trabajamos por necesidad, no por gusto. Cuando tenemos, pues sí les damos. A veces la barrera del idioma, si es algo bastante complicado, cuando vienen de otros países”.
Maribel Figueroa asegura que es falso que haya mayor percepción de inseguridad por la presencia de las personas migrantes. Al contrario, dice, son ellos quienes padecen de la inseguridad en la ciudad, porque algunos son víctimas de robos: “en las inmediaciones viene gente y les roba sus papeles, las mochilas y el poco dinero que traen, a veces son policías”.
La presencia de personas migrantes ha tenido un efecto positivo en la venta de comida porque hay un mayor consumo. “En ocasiones sí ha aumentado nuestras ventas, porque a veces llegan muchos en grupos y sí afortunadamente nos ha reportado un poco más de entrada; pero no mucho”.
Considera que el gobierno sí debería de buscar una forma de apoyarlos, porque el único albergue que había en la ciudad de Oaxaca, hace poco tiempo cerró y “no hay nadie que los apoye”.
Josefina es la encargada de un puesto de revistas y periódicos, en el que también se venden refrescos y cigarros. Ella ha observado las condiciones económicas de las personas migrantes en la ciudad de Oaxaca y la necesidad que tienen de pedir dinero para conseguir algo de comer. Por otra parte, advierte que sí han aumentado sus ventas, sobre todo de bebidas y cigarros.
“Por eso se ponen en las esquinas en la avenida para pedir dinero. Andan en grupo por seguridad, porque dicen que los han robado. Compran muchas bebidas y cigarros. Ellos andan entre varios para protegerse, porque no pueden andar un solo en la calle porque temen que los vayan a asaltar”.
También opina que el gobierno sí debería hacer algo por ellos, porque no hay ningún lugar en el que puedan quedarse.
N se niega a dar su nombre a EL UNIVERSAL, pero es propietario de un negocio de venta de celulares, accesorios para celulares y venta de tiempo aire. Él sostiene que las personas migrantes han contribuido a sus ventas.
“Consumen nuestro producto. Consumen, esperan su autobús, y se van. Ni mucho tiempo están, llegan en la madrugada, consumen y continúan su viaje”.
Sobre si el gobierno debe hacer algo para apoyarlos, duda que haya algo qué hacer: “Qué puedes hacer con un volumen tan grande de personas, tendrías que tener un albergue enorme, no creo que lo hagan. Es muy grande el volumen que está subiendo de migrantes. Creo que el problema lo tienen en la frontera donde están hacinados, aquí no, vienen de paso”.