Cuando Cirilo Martínez Orozco eligió un seudónimo para firmar sus obras como artista plástico decidió que no le daría la espalda a sus raíces y eligió nombrarse Tsö’kën, como se les llama a las hormigas en la lengua ayöök, que se habla en San Marcos Moctum, una pequeña comunidad de Totontepec Mixe, en la Sierra Norte de Oaxaca.
“Escogí ese nombre para que se sepa que también hay gente ayöök que anda en este ámbito, para no darle la espalda a mis raíces y al lugar de donde soy originario. Para que yo siempre tenga presente mi identidad, de dónde surgí y el respeto a mi familia y a mi gente”, dice.
Es bajo esa firma que desde hace casi una década este joven de 27 años ha plasmado en muros de distintas ciudades de Oaxaca y del país piezas de arte urbano elaboradas con la técnica de aerosol y con las que busca tanto preservar su identidad como un pintor ayöök y dejar constancia de una propuesta propia, donde los elementos fantásticos y el surrealismo son los protagonistas.
Tsö’kën cuenta todo esto mientras termina los últimos detalles de su más reciente mural ubicado en la fachada de una casa de Trinidad de las Huertas, uno de los barrios tradicionales de la ciudad de Oaxaca, famoso por sus comparsas, donde cientos de jóvenes recorren las calles en Día de Muertos.
Precisamente esa es la temática central de esta pieza de 30 metros de largo por casi seis de alto, la cual está tapizada por motivos como campos de cempasúchil y cresta de gallo. Pero la propuesta va más allá, pues junto a las emblemáticas flores de las fiestas a la muerte, el mural es protagonizado por una mujer con la cara pintada de calavera que acaricia o, más bien, apenas toca con los dedos a un imponente jaguar, bajo un cielo estrellado surcado por colores vibrantes que sólo se materializan en las auroras boreales.
El joven, egresado de la Academia de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, explica que la decisión de incluir estos elementos, que a primera vista parecen ajenos a la temática de esta tradición tan arraigada en la entidad, se debe justamente a la necesidad de que la obra trascienda más allá de la temporada.
“Lo que se busca es que la pieza siga luciendo más allá de estas fechas, que sea algo que se integre en el paisaje y sea aceptado por la gente”, señala el artista sobre la obra mural a la que dedicó 17 días de trabajo y que fue realizada bajo la filosofía del arte urbano y la intervención.
“Los artistas son hormigas”
“Admiro a la hormiga porque son insectos que hacen comunidad y trabajan en equipo. Son constantes. Los artistas urbanos somos hormigas. Si yo ataco un muro es como si fuera una picadura en la piel de alguien, el muro es esa piel y la ciudad es el cuerpo humano”, detalla convencido Tsö’kën cuando se le pregunta el por qué de su seudónimo de muralista.
Es ese pensamiento el que lo ha guiado durante estos 10 años, Desde su inicio en las técnicas del graffiti, cuando realizaba bocetos en su cuaderno, mientras tuvo sus primeros acercamientos al aerosol y a las paredes gracias a un amigo y, sobre todo, en su proceso de evolución para llegar finalmente al arte urbano y el muralismo.
En estos años este pintor- hormiga ha ido dejando el rastro de su obra en paredes de lugares como San José del Pacífico y Puerto Escondido, en el territorio oaxaqueño, pero también en ciudades de otras entidades como el Estado de México, Yucatán y Quintana Roo.
Pero para el joven es importante resaltar que aunque su identidad ayöök es uno de los ejes de su trabajo, su propuesta habitada por seres nacidos de la fantasía, que se han ido apoderando también de una serie de cuadros, seguirá siendo la guía de sus obras.
“Cuando te pica una hormiga sientes el ardor. Es un insecto tan pequeño, pero la picazón está potente. Quiero que cuando la gente vea mi obra sienta la picazón, que se hace ruido”.