El encierro por la pandemia de Covid-19, los agresores en casa, el estrés acumulado, la crisis económica y laboral han sido un caldo de cultivo para la violencia en contra de los más vulnerables, que siempre son los hijos, coinciden especialistas.
Los reportes de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca (FGEO) registran siete menores asesinados en sus casas en lo que va del año en la entidad, cifra que se enmarca en el aumento de 300% en maltrato infantil durante la pandemia de Covid-19, de acuerdo con la Procuraduría Estatal de Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Oaxaca (Prodennao).
Los menores asesinados este 2022 fueron víctimas de ataques armados o de sus progenitores, como el caso de Chicapa de Castro, Juchitán, cuando una madre terminó con la vida de sus tres pequeñas y su bebé, en un episodio sicótico.
Según el Centro de Atención y Ayuda a la Mujer Istmeña (CAAMI) las estadísticas de agresión a los niños y las niñas aumentan de manera preocupante en el Istmo de Tehuantepec; en lo que va del año, el organismo atendió a 28 infantes violentados física, emocional, económica y sexualmente en el primer círculo familiar.
Las sicólogas infantiles Luz del Carmen Guerra y Christian Nadxiely Orozco coinciden en que la contingencia incidió en este incremento de la violencia contra la primera infancia.
Condiciones económicas
Alejandro Rafael Lima, encargado de la coordinación de desarrollo del Centro de Apoyo al Niño de la Calle de Oaxaca (Canica), añade que la familia no es el único factor explicativo de la violencia y maltrato infantil; incluso, señala, es un espacio sobredimensionado en el que se suele culpar a la madre mientras se ignoran otros procesos.
“Está generalizado que ellas son las que maltratan y golpean a los menores; sin embargo, se ignora otro tipo de violencia y procesos, como las condiciones económicas, desigualdades, pobreza, clima de violencia, violencia hacia la mujer, el papel desapegado del hombre en la educación familiar.
“Abogamos por comprender esta violencia infantil en la relación que guarda con las relaciones económicas, sociales, culturales y laborales en las que están inmersos los familiares y los mismos niños”, explica Alejandro Lima.
Para el investigador, dentro de la violencia intrafamiliar está la crianza violenta, que está normalizada en nuestra sociedad; así es como se justifica el maltrato infantil, como parte del proceso de formación en la primera infancia.
Canica busca combatir esta forma de pensamiento, ya que se trata de una idea construida social y culturalmente, afirma Lima.
“La violencia se ve reflejada en los niños, en su autoestima, su salud mental, en la reducción de la voluntad de acudir a la escuela; la violencia genera un cúmulo de vulnerabilidades que los lleva a situación de riesgo sumamente fuerte y, sin duda, afecta la arquitectura y desarrollo del cerebro, porque están en un proceso de maduración.
“Ellos terminarán reproduciendo conductas violentas siendo adultos”, expone.
Los niños y las niñas que llegan a sufrir agresiones hasta la muerte, considera, fueron aquellos a los que no se les garantizó la protección en su familia ni de sus compañeros, maestros, la sociedad, la comunidad ni de las autoridades de gobierno.
Aunque presentaron indicios, como la omisión del cuidado, violencia económica y sicológica, abandono escolar, bajo rendimiento, desintegración familiar y otras que aumentaron la vulnerabilidad del infante, no hubo la capacidad de identificarlas y prevenir una tragedia.
Atención a la madre, una clave
Liliana Alejandra Núñez, directora general de la Institución para el Bienestar Qué y Cómo, es contundente al señalar que para reducir la violencia hacia la primera infancia es necesario impulsar el bienestar emocional de madres y cuidadores de niñas y niños pequeños, principalmente a aquellos en la primera etapa, de cero a seis años, para que se mejoren las condiciones y calidad de vida de los menores.
“Primero estás tú como madre o cuidadora, a través de estrategias y talleres se puede aumentar la autoestima y bienestar sicológico; el autocuidado es importante, si están bien ellas, podrán brindar los cuidados necesarios para el desarrollo adecuado de las niñas y los niños, ayudarán a no reproducir conductas violentas que pueden llevar hasta la muerte”, argumenta la directora.
La expresión máxima de la violencia es la muerte, por eso las madres que llegan a esos episodios extremos son también víctimas de violencia, afirma la sicóloga Luz del Carmen Guerra; aunque eso no las justifica, apunta a factores que intervinieron durante su proceso de vida y que no fueron atendidos en su momento.
“Lo más común en esos casos es que sufrieron abusos en el contexto familiar, que las llevó a generar estados de estrés, alteración emocional que nunca manifiestan hasta que entran en un estado de sicosis que las hace perder la noción de la realidad y vuelcan su ira hacia los más vulnerables, sus hijos”, asevera la sicóloga.
Para Luz Guerra, es importante que las cuidadoras de la primera infancia atiendan su salud mental: sus emociones, el autocuidado, analizar si en su contexto familiar tienen tolerancia y actúan amorosamente, si poseen los cuidados necesarios para lograr el desarrollo de las capacidades cognitivas y socio-emocionales de los hijos, para que estos mejoren su pronóstico de vida.