El papa Francisco, que hoy comenzó en Budapest, Hungría, una serie de viajes internacionales, alertó sobre «la amenaza del antisemitismo que todavía serpentea en Europa y en otros lugares», y afirmó que «es una mecha que hay que apagar», buscando así la calma especialmente en el continente, donde hay expectativas de que su visita ayude a mejorar la situación entre católicos y judíos en algunas zonas.
«La mejor forma de desactivarla es trabajar en positivo juntos, es promover la fraternidad», agregó el Papa durante un encuentro con representantes de confesiones cristianas y de comunidades judías húngaras.
El líder de la Iglesia católica, firme defensor del diálogo interreligioso, rindió homenaje a sus propios esfuerzos en su país para «derribar los muros de separación del pasado» y efectuar un «cambio de mirada».
«Ustedes, judíos y cristianos, desean ver en el otro ya no un extraño, sino un amigo; ya no un adversario, sino un hermano», consideró, aludiendo al destino trágico del poeta húngaro Miklos Radnoti, muerto en un campo de concentración.
Las relaciones entre católicos y judíos tuvieron un nuevo punto de partida gracias al documento del Concilio Vaticano II «Nostra Aetate», que en 1965 defendió el respeto del judaísmo.
Durante siglos, el origen judío de Jesús fue ocultado y los judíos, presentados como un pueblo deicidio en los sermones de la Iglesia. En 2019, el papa Francisco dio la voz de alarma por el aumento de los ataques antisemitas en varios países.
Hungría, donde vive la mayor comunidad judía de Europa central, con unos 100 mil miembros -según estimaciones-, al parecer no se vio muy afectada por esta ola de ataques.
Unos 600 mil judíos húngaros murieron en los campos de concentración nazis, deportados en solo unos meses debido a la colaboración de la administración y de la policía húngaras. Desde 1920, el país contaba con legislación antisemita, la primera promulgada en la Europa de entreguerras.