A Marisol le cuesta trabajo hablar. Tiene miedo y la invade la angustia de que su hija se convierta en una estadística más del Registro Nacional de Personas Desaparecidas o No Localizadas (RNPDNO). Se le quiebra la voz, pero toma aire y continúa con la historia. Su hija, de 16 años de edad, recibió una llamada de un número desconocido el pasado miércoles para exigirle que dejara su teléfono celular en un centro comercial, de no hacerlo, sería levantada la próxima vez que la vieran.
“Estaba con unos amigos cuando recibe la llamada, le dicen que necesitan que entregue su teléfono que porque está involucrado en una demanda de alguien, al parecer le comentan que es de un grupo criminal; la niña está muy asustada y días anteriores la había estado siguiendo un carro, también se paró un carro afuera de mi casa hace como cuatro meses”, narra su madre entre lágrimas.
Marisol se enfrentó a un sistema indolente al acudir a la Comisaría de Seguridad Pública de Tlajomulco de Zúñiga para denunciar el hecho. El comandante solamente se limitó a decirle que no había motivos para alarmarse, que no procedía la demanda porque no se había consumado la desaparición: “que si yo quería perder mi tiempo yendo a demandar a la Calle 12 que podía ir; el día jueves fuimos a presentar la demanda; después de no tener respuesta en Tlajomulco nos fuimos a la Fiscalía de la Mujer y ahí nos atendieron, nos pasaron a Ciudad Niñez y ahí nos tomaron la denuncia, donde ya la siguiente semana mi hija acudirá a que ratifique su denuncia y se le brinde protección y vigilancia”.
Aunque de acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2021 46.9 por ciento de los delitos contra mujeres en los que se inició una averiguación previa o carpeta de investigación no pasó nada, Marisol se armó de valor para comenzar el proceso legal en un intento de proteger la integridad de su hija.
Para Natalia Rojas, coordinadora estatal del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem), la toma de conciencia de las mujeres y la validación de sus casos entre las mismas y la sociedad ha logrado un empoderamiento en ellas para que denuncien y señalen a sus agresores.
“El acompañamiento entre mujeres ha sido una pieza fundamental para que algunas víctimas puedan acceder a la justicia, y si no levantar la voz y acceder a la justicia mediante otras formas que no son quizá mediante la vía jurisdiccional, sino que ha sido a partir de la denuncia pública, a partir de la toma de conciencia de la sociedad, del castigo público hacia ciertas figuras del poder y eso ha sido muy importante, y de hecho es uno de los factores que permite a las mujeres transitar esos procesos que muchas veces son tortuosos, revictimizantes, tardados y caros”, señaló.
Es importante que las denunciantes se hagan acompañar de redes de apoyo y colectivas feministas para evitar la revictimización que pueden darse al iniciar estos procesos.
“La culpa no es nuestra sino del sistema que revictimiza y en ese caso que sepan qué están haciendo por ellas y por otras mujeres que están denunciando y por las mujeres niñas y adolescentes que vienen en un futuro”, dijo Rojas.
Cambio generacional
Ana Fátima López, coordinadora nacional de la red de Abogadas Violetas, considera que esta generación de adolescentes hace una vindicación de los derechos de las mujeres como nunca se había visto, y son las que acompañan los casos para hacer visibles todas las formas de violencia que existen contra ellas.
“Hemos recibido muchos casos de la red de Abogadas Violeta donde las chicas nos dicen ‘es que mi mamá sufrió esto’, ‘es que mi mamá’, ‘es que mi tía’, ‘es que mi hermana mayor’, y te das cuenta que esas generaciones tienen el chip literal de cómo hacer las cosas para cambiarlas. Ojo aquí: no son generación de cristal, ni de mazapán, y me pongo a pensar en que ellas se levantan a marchar y si no marchan son las primeras que te acompañan y te dicen ‘ve a esta red’, ‘búscale aquí’, esta generación que está saliendo es la que está ayudando a mujeres de todas las edades a poder levantar la voz y hacer visible el problema”, consideró.
Para muestra están las denuncias por acoso sexual que se han presentado contra docentes y personal de centros educativos, algo que no se veía antes y ahora se ponen sobre la mesa. Eli, alumna de la Preparatoria 11 del Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara, señaló a uno de sus maestros de haberla acosado. En su grupo, ha destacado por cómo defiende su historia y arropa los casos de otras compañeras que han sido víctimas.
“Se la pasaba viéndome las piernas y hubo un tiempo en que me agarró de la cintura y me dijo ‘ay, qué bonita cintura tienes’, tuvimos un puente y regresando del puente el profesor me agarró la cintura y me dijo que había subido de peso, y en ese momento me retiré y lo reporté”, contó.
A pesar de que se quejaron ante las autoridades educativas, su agresor no ha sido sancionado, y la denuncia que presentó en su contra no procede, por lo que han recurrido a poner tendederos en la escuela para exponer a sus atacantes.
“Traigo una demanda de hace dos años, la cual no me han dado respuesta, y tengo mi papel, tengo mis citatorios y hasta la fecha está al lado de mi salón y no me dan respuesta alguna; en la escuela hemos tenido que poner tendederos para señalar a nuestros agresores porque ya no nos vamos a quedar calladas, el chiste es no quedarse sin hacer nada”, dijo.