En Juan Diego, una pequeña comunidad asentada en la Costa de Oaxaca, no se sabe casi nada de la vacuna contra Covid-19 que ha comenzado a aplicarse a los ancianos del país, y que hasta este fin de semana 42% de esta población en Oaxaca había sido vacunada.
De lo único que están seguros sus habitantes es que confían en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, así que, dicen, mantienen la esperanza de que llegará.
Ha pasado una semana desde el inicio de la segunda fase de vacunación, en la que se pretende inmunizar a la población mayor de 60 años, pero ninguno de los pobladores de Juan Diego se ha registrado en línea para esperar la llamada que anunciará la fecha y hora de la aplicación, porque aquí no hay ni internet ni telefonía.
Tampoco se ha presentado ningún servidor de la nación para censar e incluirlos en esta fase.
Pero para los adultos mayores consultados por EL UNIVERSAL, esto no es un obstáculo. Lo que saben de sus autoridades es que las vacunas llegarán junto con los apoyos del programa Bienestar que reciben. No saben cuándo. “Sólo hay que tener paciencia”, sostienen.
Juan Diego es una delegación municipal de Santa María Colotepec, un municipio de la región Costa. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), aquí habitan 537 personas, de las cuales, 23.5% son analfabetas y 54.9% no tienen completa su educación primaria.
Las cifras también indican que casi nueve de cada 10 casas no cuentan con agua entubada y al menos una carece de energía eléctrica, por lo que, en general, su grado de marginación es alto.
Para llegar a esta localidad hay que desviarse de la carretera que conecta a Puerto Escondido con Pochutla y conducir durante 20 minutos por un camino de terracería. Después de ello, no es difícil ubicar el epicentro del pueblo.
Mantienen la esperanza
Frente al pequeño inmueble que alberga las oficinas de sus autoridades municipales y a unos escasos 20 metros de la casa de salud, vive Pascacio Cortés. Este hombre ya entrado en años apenas posee una palapa con piso de cemento sobre el que se levantan palos que sostienen un techo de láminas.
No hay paredes y el único mueble es una hamaca en la que duerme, junto a la cual se encuentran unos bultos llenos de maíz. Lo que sí tiene es esperanza.
“Yo tengo confianza en nuestro gobierno, en que sí va a haber esa vacuna para todos, ancianos y más para los que están expuestos a esta enfermedad. De hecho, estoy esperando que ya llegue por estos contornos. Pienso que ahí voy a entrar yo, en esa vacunación, y esperamos que sea una realidad”, dice.
El anciano confiesa que no conoce nada del proceso de registro por internet ni tampoco ha recibido la visita de los servidores de la nación para estar incluido en el censo que prometió el gobierno federal, con el fin de tener una lista de la población meta en la segunda fase para recibir la vacuna.
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Sin embargo, eso no mina su confianza y reitera la necesidad de tener paciencia. Pascasio sabe de lo que habla, pues si alguien conoce de espera son los habitantes de este pueblo. “Nosotros no contamos con recursos, somos pobres y unos más pobres. Algunos tienen la posibilidad, pero otros no”, agrega.
Lo que Pascacio agradece es que aquí la pandemia no ha llegado, ni tampoco sabe de alguien de la comunidad que haya muerto a causa de Covid-19.
“Escuché la noticia de que van a ser vacunados los de la tercera edad, donde yo siento que voy a entrar porque dicen que, posiblemente, en cualquier tiempo las personas van a estar recibiendo su apoyo y van a estar siendo vacunadas”, afirma.
Pascacio Cortés necesita confiar. Sobre todo porque tiene un padecimiento que desde hace dos años ha minado su fuerza para sembrar maíz, jamaica, ajonjolí y cacahuate. Pese a ello, ahora cuenta con árboles maderables de caoba y cedro, pero apenas tienen la mitad de la edad para ser aprovechables.
“Yo tengo una plantación de árboles maderables, pero quiero pedir al gobierno un pequeño apoyo en herramientas, carretillas… No, mejor quisiera que me apoyara con una vivienda sencilla, porque no la tengo, tengo una palapita y ya está vieja”, confiesa.
Acceso a la salud, limitado
A la edad de cuatro años, Cástula Santiago llegó a vivir a Juan Diego desde Malucano, una localidad de San Gabriel Mixtepec. Ella y su familia migraron porque su papá afirmaba que éste era un lugar más bonito y allá corrían el peligro por el paso de un río.
Cástula es una mujer de 60 años, sin hijos, nunca se casó, y al igual que Pascacio Cortés no sabe nada de las vacunas.
“Yo no salgo de mi casa porque padezco de la presión, me dan mareos ya para caerse. Yo sí me quiero vacunar porque tengo el factor edad y esta enfermedad, estoy más expuesta. Pero, gracias a Dios, ni gripe me ha dado desde hace tres años”, cuenta.
En Juan Diego hay una casa de salud que es atendida por una enfermera, nunca va un médico a brindar consulta. Ella acude a la comunidad una vez cada mes o cada dos meses y sólo cuenta con el apoyo de un auxiliar, quien atiende a las personas cuando requieren un medicamento. La enfermera cobra una cuota a los habitantes por darles una consulta, excepto a los de la tercera edad.
Cuando hay un enfermo grave, los habitantes tienen que arreglárselas por sí solos y buscar un vehículo para trasladarse a un hospital en Puerto Escondido.
Alrededor de 60% de la población es campesina y el resto se dedica al comercio y a la albañilería; otros deciden emigrar a Estados Unidos y cada vez se van más familias completas en busca de mejores condiciones de vida.
Los Servicios de Salud de Oaxaca informaron que sobre el lote de 31 mil 290 vacunas AstraZeneca, con las cuales dio inicio el proceso de inmunización a adultos mayores de 60 años en 44 municipios de la Cañada, que abarcan la Sierra Cuicateca y Mazateca, así como de la Jurisdicción Sanitaria Tuxtepec, hasta este fin de semana se aplicaron 13 mil 437 vacunas a personas de la tercera edad. Es decir, hasta ese momento se reportó un avance de 42.9%. en la vacunación a este sector.