A Mariano Bruno la muerte lo sorprendió en el ocaso de la vida, a los 82 años. Fue el último xuaana’ (término que se le da al anciano zapoteca casamentero que otorga las bendiciones a los novios en una boda) de Juchitán que se sabía el discurso ceremonial antiguo conocido como “libana”. Con él murió el último códice vivo que resguardaba en su memoria un ritual repleto de arcaísmos zapotecos del siglo XVI.
Mariano Bruno López Nicolás murió de vejez el 9 de febrero. Fue un conocido xuaana’ de la Quinta Sección de Juchitán que aprendió el oficio de manera formal, es decir, tuvo un maestro que lo obligó no sólo a memorizar el discurso ceremonial que se dice en un matrimonio en la casa, frente al altar familiar, sino que aprendió a pronunciar palabras arcaicas zapotecas, que sólo los antiguos sacerdotes sabían.
Ta Yanu Bruno, como era conocido Mariano, era una especie de sacerdote indígena que recitaba casi cantado los mitos de la creación zapoteca que vienen descritos en el discurso ceremonial matrimonial, en donde recuerda la presencia del Dios sol, pidiendo bendiciones y protección para la nueva pareja a la deidad zapoteca Xunaxido’, Diosa de la vida y la muerte.
El historiador y lingüista zapoteca Víctor Cata fue el único que logró recopilar el ritual ceremonial que usaba Mariano Bruno, porque ninguno de sus hijos quiso seguir con el oficio de xuaana’, así que con él murieron el discurso y la palabra antigua.
El especialista en la lengua zapoteca, además de aprenderse de memoria el libana, grabó el ritual para tener la pronunciación arcaica, esto con la finalidad de no dejarlo morir y en algún momento difundirlo nuevamente entre los jóvenes y niños.
El anciano jamás aceptó que Víctor Cata sólo pretendiera recopilar la información del discurso antiguo para un trabajo académico, así que —al ser un familiar cercano— insistió en heredarle los conocimientos rituales, eso incluía ademanes y toda la teatralidad que conlleva la bendición matrimonial.
“Al ser mi tío, me acerqué con toda la confianza para documentar el libana, que significa, a secas, ‘discurso’. Mi preocupación hace 15 años era estudiarlo, porque ya casi no se decía o los que lo decían se estaban muriendo y no había un registro. Ese era mi interés al principio, pero él, al verme cercano, creyó que quería ser xuaana’, pensó que quería heredar el oficio que no siguieron sus hijos, así que me decía: ‘Cuando digas labini zigado’, pronúncialo bien, como yo lo digo, y levanta tu dedo índice de tu mano derecha y señala el cielo’. Me enseñó todo” comentó el también escritor bilingüe.
Así como lo había pronosticado el historiador, el discurso antiguo murió hace unos días junto con Mariano Bruno, por lo que tiene la intención de difundirlo entre niños y jóvenes, entre los xuaanas que lo quieran utilizar en las bendiciones.
Aunque en Juchitán aún siguen existiendo los xuaanas, éstos ya no se saben el libana; algunos sólo hacen la teatralidad frente al altar, pero en español o en un zapoteco moderno.
“Es importante señalar que la figura del xuaana’ sigue existiendo en Juchitán, pero no son los que lo aprendieron de un maestro que se sabía la palabra antigua, la que posiblemente decían los principales sacerdotes prehispánicos. En otros pueblos, como Tehuantepec, se mantienen los xuaanas, pero están ligados a la religiosidad, a los barrios, no a la ceremonia matrimonial, por eso sostengo que con la muerte de Mariano Bruno se va el último códice vivo que tenían los zapotecas de Juchitán.”
Para Víctor Cata, los xuaanas eran códices vivos que atesoraban en la mente un discurso con ritmos, rimas, cadencia y melodía. Eran una especie que él clasificó como “libro-voz” que repetían viejas fórmulas rituales para adorar a los dioses. Y que ahora ya no están.