No terminamos de salir. Pero atención, el viernes empezaron a armar en Estados Unidos una bomba definitiva contra la pandemia del Covid y en ese contexto, un hombre nacido en la Ciudad de México dirige la historia.
En el centro de la escena está el NIH en donde opera Anthony Fauci, ese personaje que detestan los seguidores de Donald Trump. Es el Instituto Nacional de Salud estadounidense, que suele trabajar en conjunto con laboratorios para encontrar medicamentos.
El NIH firmó en el pasado un acuerdo con Moderna para encontrar juntos rápidamente el tratamiento preventivo contra un coronavirus que sorprendió al mundo en 2019 y que hasta ahora no deja a la gente en paz.
Esta compañía basada en Massachusetts consiguió una vacuna que resultó efectiva para reducir el riesgo de contagios y muertes por el Covid, mediante ARN mensajero (ARNm), o RNA, en inglés, que ‘enseña’ a las células a combatir al intruso.
Es un tratamiento similar al usado por Pfizer, pero también al que desarrolló una empresa muy poco conocida llamada Greenlight Biosciences, fundada y dirigida por Andrey Zarur, un mexicano formado inicialmente en la UNAM, quien coleccionó posgrados en la nación vecina al norte.
Inicialmente, Moderna tuvo la ventaja de tener al gobierno de su lado, agilizando entre otras cosas, las pruebas en humanos para validar el uso de las primeras muestras. Pero el año pasado esa relación tropezó.
El NIH demandó a Moderna porque no incluyó a sus científicos en la patente que derivó en la vacuna que genera ya ingresos por unos 20 mil millones de dólares anuales. Si le conceden la razón, la institución gubernamental tendría derecho, entre otras cosas, a entregar a otros laboratorios la preciada fórmula.
En cualquier caso, la disputa generó fricciones entre las áreas de salud del gobierno y Moderna, por lo que el NIH busca alternativas para acelerar la búsqueda de la solución definitiva contra el Covid-19.
Ahí es en donde entró el equipo de Zarur, que ya ha diseñado desde hace tiempo su propia vacuna, con la desventaja de no haberla podido probar en personas para su aprobación.
El viernes, Greenlight -compañía basada en Boston y que cotiza en el Nasdaq- reveló la firma de su propio acuerdo de colaboración con el NIH:
“Esta es una gran oportunidad para que nos asociemos con un equipo de descubrimiento de vacunas de primer nivel y usemos nuestra plataforma de ARNm para acelerar el desarrollo de vacunas contra el coronavirus que son más protectoras y duraderas que las disponibles actualmente”, dijo Amin Khan, director científico de Greenlight.
Durante la revelación del acuerdo, el valor de los papeles de la compañía llegó a repuntar hasta 20 por ciento en operaciones del día.
La vacuna de Greenlight se distingue del resto por dos razones importantes: la disponibilidad de los ingredientes y el trabajo con inteligencia artificial.
Mientras que las vacunas de Moderna difícilmente pueden ser producidas fuera de Estados Unidos por complicaciones logísticas de los materiales, la empresa de Zarur podría permitir instalar un laboratorio en otro país o continente con una inversión inicial de unos 50 millones de dólares.
La producción de cada dosis podría costar alrededor de un dólar y venderse en un precio cercano a dos dólares, lo que atraería fondos de capital interesados en una sociedad con la compañía.
La segunda característica, la inteligencia artificial usada por Greenlight, permite predecir mutaciones en el virus con base en análisis de datos pasados, lo que genera un ‘mosaico’ de armas contra esas variaciones e impide más efectivamente la diseminación del virus.
Hay un asunto todavía más relevante. El trabajo de Greenlight con el NIH derivará en el descubrimiento de vacunas contra otros virus, incluso posiblemente contra el VIH, lo que abre la rendija de una oportunidad para encontrar un tratamiento preventivo contra el sida.
Hay indicios de nuevos anuncios de Greenlight para esta semana, les tendré noticias.